El 18 de junio de 2015, tres años y un mes antes de que se celebrara la tercera y más reciente edición del festival Mad Cool, la promotora vasca Last Tour International publicó un comunicado que decía: «Los hasta ahora socios, Javier Arnáiz y Xabier Arretxe, salen del capital vendiendo el 100% de sus participaciones y cesando sus funciones ejecutivas. El tercer socio director, Alfonso Santiago, se convierte en socio de referencia».
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Tres meses después, el 29 de septiembre de ese año, Javier Arnáiz fundó en Madrid Mad Cool Festival SL: la empresa que desde entonces monta el festival más grande y peor organizado de España.
La tercera edición del Mad Cool terminó anoche en Madrid. Han sido tres días, 135.000 personas y un sinfín de fallos organizativos que han crispado la paciencia de los asistentes. El primer día, los accesos se colapsaron y las filas para entrar —bajo el sol, en el árido recinto de Valdebebas— se alargaron durante más de dos horas, así que muchos no pudieron ver a los primeros grupos del cartel. Dentro había que esperar más de 50 minutos para pedir una cerveza. Muchos datáfonos no funcionaban, así que si no tenías efectivo, no podías consumir. Uber llenó la ciudad de carteles con una promoción —The Ultimate Uber Experience, para entrar sin hacer cola— que resultó ser mentira. Massive Attack canceló su concierto. Y hasta las bandas cargaron contra el invento ‘zona vip’, un espacio que segregaba al público que había pagado más del que no en dos de los escenarios y sobre el que nadie avisó.
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«Seguridad: más os vale dejar a la gente entrar», dijo durante su actuación el cantante de Queens of the Stone Age, Josh Homme. «No tocaré hasta que no lo hagáis. Viajamos miles de kilómetros para tocar y me pone enfermo que todo el mundo le diga a todo el mundo qué hacer. Queremos que tengáis la mejor noche de vuestra vida: si no, sois simplemente un manojo de animales domesticados». Al final, los agentes dejaron al público ‘plebeyo’ pasar. La mala organización continúa la estela de la pasada edición, cuando el acróbata Pedro Aunión falleció mientras actuaba y la dirección decidió, pese a todo, continuar con la fiesta.
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